
Total, que pensando en ello, me he dado cuenta de que en realidad todo lo interesante que tengo por contar, son cosas que no le he contado a nadie o casi nadie. Y si no se las he contado a nadie, tal vez es que no quiero que nadie las sepa. Por lo tanto escribir unas memorias no tiene mucho sentido, pues no querría que se publicasen tras mi muerte.
Pero le he encontrado otra utilidad, que sean una especie de diario. Nunca he sido de escribir un diario, siempre me pareció de un egocentrismo extremo escribir en una libreta tus vivencias diarias, aunque ahora le veo el sentido a ello.
El tiempo nos cambia, la vida nos va cambiando constantemente. No soy el mismo de hace un año. Pero probablemente si retrocediese cinco o seis años, creo que ni yo mismo me reconocería, y mi yo de entonces creo que fliparía un poco con mi yo actual.
Darte cuenta de que vas cambiando es algo complicado. Tiene que suceder algo en tu vida, en tu trayectoria vital, que te haga mirar atrás, que te haga mirarte ahora, y te haga pensar como coño eras el que fuiste, y como demonios eres ahora quién eres.
Ser el que soy ahora da vértigo. Ver todos los cambios que se han producido a mi alrededor, sinceramente acojona, duele y es estimulante, no necesariamente en ese orden. Y es aquí donde escribir unas memorias tiene sentido. Estoy seguro de que mi yo de hace años tomó las decisiones que tomó porque le parecieron las mejores, y no puedo reprocharle nada. Pero si en su día hubiese dejado por escrito el porqué de cada una de ellas, ahora quizá me sería más fácil comprenderle. Así qué, como me temo que lo que me queda por vivir en meses y años venideros van a cambiarme de nuevo, al menos dejaré constancia por escrito que si un día hice lo que hice, lo hice por un motivo en el que creo firmemente, y que a nadie le importa.
Y esta es la mierda de hoy, no tenéis ni porqué entenderla, ni porqué leerla, ni tiene porqué gustaros. No la entiendo ni yo.