martes, 28 de octubre de 2014

A veces tomo pastillas

He estado observando un rato el paracetamol mientras efervescentemente se disolvía en el agua. Y he visto muchas cosas. Al principio parecía el interior de mi estómago cuando la rabia y el odio hacen acto de presencia, comenzaba a hervir a convulsionar. Podía ver como los trozos rotos que tengo ahí dentro estallaban, y han pasado por mi cabeza mil imágenes de muerte y destrucción a ritmo de este tema de los Black Keys, un tema muy happy, pero que contrastaba muy bien con tanta sangre, tanta cabeza (casi siempre la misma) arrancada del tronco con la columna vertebral colgando. Y supongo que lo visualizaba con esa canción porque además de violento lo hacía muy divertido. Muuuucho. 

Luego, mientras esa pedazo de aspirina de dos centímetros de diámetro comenzaba a convertirse en varios fragmentos sueltos, y hacía bullir el agua como si fuese a entrar en erupción un volcán, he visto mi cerebro, hirviendo, con un millón de ideas, sentimientos, amores, temores, odios, vida, muerte, enfermedades, dibujos, golpes, besos, luces, orgasmos, bajones... todo en uno, haciendo que esta pobre cabeza, la mía, comenzase a echar humo por las orejas, nariz, boca y finalmente cuencas de los ojos. He visto todo eso que no quiero ver, que duele, esas cosas que no debí saber, que no debí decir, que nadie debió hacer y nunca debieron ocurrir. He visto incluso un dulce osito cuando la pastilla se ha dividido en tres trozos, era el puto logo de Mickey Mouse.

Al final, cuando ya se estaba terminando de disolver, he visto el universo, la paz después de la guerra de las galaxias, la calma. El agua volvía a estar tranquila, como al principio, las estrellas se iban separando lentamente movidas por la fuerza gravitatoria de la energía oscura, esa que no se ha visto, pero se sabe que ocupa un 80% del universo y de mi. He visto alejarse unos puntos de otros, he visto como de nuevo todo volvía a su cauce, como encontrábamos nuestro lugar en ese inmenso espacio oscuro, y como formábamos nuestra propia Tierra, un nuevo planeta, del que solo depende de nosotros que se destruya con un cambio climático de fiebre y miedo, o que sea un lugar perfecto para vivir para siempre. 

Todo eso he visto en los 30 segundos en los que el Efferalgan de un gramo se ha disuelto hasta no quedar más que burbujas. Luego me lo he bebido y me ha sabido a mierda, pero para curar primero hay que tragar, y creo que me voy a quedar con esa última frase, puede aplicarse a mil cosas en esta vida.

Conclusión: no, no me drogo, en serio. Eso he visto.

PD: sé que todos estáis aún esperando la respuesta de mi polla pene de la famosa entrada de la conversación con mis órganos, y pronto llegará. Mientras tanto os envía saludos golpeando el teclado:
xojdsfnapewrwe··$we0irwer339))0sjsafdavòjadfasòjdfasnw2b!!!"sdfsdfwsfacbr