
Me meto en líos con unos y con otros. Y la única cosa que une a todos esos líos, es mi problema con esas normas absurdas que no entiendo en la mayoría de los casos, y que como no las entiendo, simplemente no las cumplo. Pero claro, luego vienen las consecuencias, y no son nada agradables. Así que una vez pasado el cabreo, lo único lógico que veo ante tanta injusticia, es irme a un sitio donde esa injusticia no exista. Lo jodido es que este mundo es injusto de por sí, siempre lo es. Lo vivo en mis carnes. La vida en general suele ser injusta. Los más hijos de puta suelen caer simpáticos, parecen personas ejemplares, con familias ejemplares. Los más imbéciles e incompetentes parecen listos. Los listos de verdad tienen que irse de este país a otro lugar donde se les valore. Y así con todo.
Dicho esto, y ante la imposibilidad de huir a ninguna parte, solo me quedan dos posibilidades. Cumplir las normas a rajatabla, o seguir siendo sancionado y denunciado. Puedo ser supermajo, supersimpático y superfalso con todo el mundo y así ser un miembro más de la manada, o puedo ser yo mismo, y vivir lejos del rebaño. Y pienso en los borregos, pienso en ese rebaño, y sinceramente, prefiero llevarme unas hostias de vez en cuando, pero no convertirme en uno de ellos, superguays si, pero hijos de puta sin escrúpulos.
Me alegro de haber escrito esto hoy, de haber sido capaz de esperar. Si hubiera escrito esto unos días antes, mañana estaría en la cárcel. He controlado mis impulsos por una vez, y no es algo que me parezca bueno, pero intuyo que es lo que se espera de mi. Pero de mi, no se puede esperar mucho.
La vida no es injusta, la vida es vida y somos las personas, con nuestro paso por ella quienes la convertimos en justa o injusta.
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