sábado, 15 de febrero de 2014

Superpoderes

No soy gilipollas. O eso creo. Por eso no me creo que yo apague farolas con la mente. Pero lo cierto es que se apagan y es divertido, hasta tengo videos de ello. Pero no, no soy estúpido. Son casualidades, nada más que eso. Pero también es cierto que las casualidades son caprichosas, a veces demasiado. Supongo que por eso existen y así se llaman. Si no, no serían casualidades, serían otra cosa. Cuando una casualidad deja de serlo, es un hecho. Descubrir cuando es una casualidad y cuando no, es más complicado. A veces quiero pensar en que las casualidades, aunque sucedan cientos, son eso casualidades. Mejor no pensar que son hechos.

Pero no quería hablar de la casualidad. No, no quiero hablar de eso. Quería hablar de los superpoderes. Es obvio que no existen, pero motivado por lo de apagar farolas, ayer intenté comprobar si el poder de mi mente funcionaba. Y traté mientras cruzaba tranquilamente un paso de cebra, frenar un coche que venía hacia mi a toda velocidad. Lo miré fijamente, y comencé a lanzarle mis superpoderes mentales. Pensé, vas a frenar, vas a frenar, vas a frenar, vas a fr... ¡hijo de puta! ¡¡no frenas!!

Y no, no frenó. No me atropelló por escasos milímetros. Tuve que acelerar el paso y al final dar un salto para no ser arrollado por un abuelo cabrón que no sé si es que no me vio. Me pasó tan cerca que hoy me duele la mano del golpe que me dio su retrovisor en ella. Por un momento pensé que tal vez si me vio, y tal vez me conoció y por eso no frenó. Pero yo no le conocía a él, por lo que no creo que fuese eso.
A la velocidad que pasó como mínimo me hubiese hecho daño, pues iba al menos a cincuenta por hora. 
Así que por un lado me fui contento, pensando en que podría estar muerto y estaba vivo. Pero me fui encabronado, al comprobar que no tengo superpoderes. Que a ver... a lo mejor tengo superfuerza y hubiese extendido mi brazo y hubiese frenado el coche, lo hubiese arrugado como a una lata de los hijos de puta de Cocacola. Una vez derrumbé un tabique a puñetazos, a lo mejor con el coche hubiese podido también... pero no, no soy gilipollas.

El caso es que me dio por pensar, en como una casualidad, cruzarme con alguien, en el momento exacto en el que él se despista, y ya está morir. Las casualidades son muy cabronas, y no entiendo porqué si existen ellas, no pueden existir también los superpoderes. Cualquier día probaré a volar, si, seguramente sea ese el superpoder que tengo. Porque el de hacerme invisible tengo comprobado que no funciona. Y el de controlar con mi mente a todo lo que me rodea tampoco. Me siento como Nathan Young.

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