miércoles, 10 de julio de 2013

El desorden es una obligación

Según el tipo de persona que seas te gustará el orden, o te gustará el desorden. Yo soy de los últimos. No estamos hablando de un desorden caótico (aunque lo parezca). Lo mío es un desorden controlado, como una demolición de un edificio. Una explosión es caos, pero una explosión controlada es poesía para la vista. ¿Quién no se queda bobo mirando videos de demoliciones? Son bonitos (pensad en la Moncloa reducida a escombros con todos dentro). Y el desorden, al menos para mi también lo es. Solo tienes que tener claro donde están las cosas.
Si mi cerebro funcionase igual sería cojonudo. Es un puto desorden y caos, pero la verdad, no tan controlado como el de mi mesa. 

En realidad el orden no conduce a nada bueno. En las empresas todo se moderniza, todo se convierte en tarea, y cuando antes te limitabas a hacer un dibujo y eso era más que suficiente, ahora tienes que rellenar tres formularios, documentar el dibujo en varios sitios, tener reuniones periódicas para comprobar que has rellenado los formularios y has documentado todo, hay que especificar en que empleas cada hora de tú trabajo, hay que fichar al entrar y al salir... pronto rellenaremos formularios de los formularios de los formularios... ¿Y para qué? Para decirle a un chino que ese dibujo que has hecho es lo que quieres que te hagan. Antes le mandabas el dibujo y era suficiente. Ahora la burocracia y el control, el orden impuesto en teoría para agilizar el trabajo, hace que lo que antes te costaba hacer una hora, ahora te cuesta cuatro. Y lo que se supone que debería mejorar la productividad, la entorpece y ralentiza hasta límites absurdos. Pero eso si, todo está tan perfectamente documentado que podría haber un cataclismo devastador, o un apocalípsis zombie, que daría igual, esos datos seguirían ahí eternamente. Al final si lo pienso bien, tanto formulario en el fondo nos están haciendo inmortales de alguna manera.

Tanto orden mata ideas. Tanto control mata la creatividad. Tanta burocracia destruye la improvisación. Y amigos empresarios, la improvisación, la inspiración repentina, la idea que surge en la calle fumando un cigarro o tomando un café... eso es algo que no se paga ni con el mejor sueldo del mundo, ni con la mejor base de datos que puedas tener.

Las buenas ideas estoy seguro de que no nacieron rellenando un formulario. Si conocéis a Philippe Starck (que no, no es un personaje de Juego de tronos) sabréis que su diseño más famoso hasta la fecha, el exprimidor de tres patas, fue diseñado en una pizzería, en una servilleta, mientras comía con un amigo. Y fue diseñado para una de las firmas de diseño más importantes del mundo, Alessi. ¿Os imagináis a este tipo, uno de los mejores diseñadores del mundo (para mi es Dios), entrando en una base de datos a documentar el dibujo del exprimidor, pasando un comité de cuarenta jefes todos opinando? Yo no.

En este país dicen que todos somos entrenadores de fútbol. Y en las empresas pasa igual, todos sabemos de todo, todos opinamos hasta de lo que no tenemos ni puta idea, y ese es el gran problema. Si yo no sé de finanzas no voy a opinar sobre el modo en el que llevas las cuentas de la empresa. Por lo tanto, si tú no tienes idea de diseño, ¿por qué coño opinas como si supieras más que los que hemos mamado esta profesión desde hace tantos años?.

Me pregunto si es que un traje y una corbata dan algún tipo de superpoder. Como no soy de vestir así no lo he comprobado, pero quizá te pones un traje y te dicen jefe y resulta que al más puro estilo Matrix, te llega una cantidad de conocimiento enorme al cerebro. Aunque a mi me da la sensación, de que cuando te llaman jefe y te ponen un traje, más bien te entra la estupidez de golpe.
Me quedo con mi amigo Starck, que es el de la foto que encabeza esta entrada. Seguramente a todos esos hombres grises de las empresas les parecería un impresentable, un notas, pero es de una categoría muy superior a cualquiera de ellos, y estar por encima de esas mentes reprimidas y cuadriculadas es motivo de orgullo. E ir sin camiseta, despeinado y parecer un loco, es mucho mejor que llevar un traje y un palo metido por el culo.

Y si, yo soy jefe. Pero no me peino nunca.