
El problema es cuando la tormenta es como la de Júpiter, un vórtice de color rojo que se estima que lleva ahí más de 300 años. Por suerte no habrá tormenta que dure tanto en mi caso, porque aunque aspiro a llegar a los 100 a pesar de lo que fumo, 300 me parecen demasiados.
Pero lo cierto es que la tormenta interior dura ya mucho, más de lo que me gustaría, y resulta agotador por mucho que me gusten los rayos y los truenos. Se ve el sol de vez en cuando, pero dura poco tiempo y se vuelve a ir.
Y hablando de Júpiter, el otro día soñé que me presentaba voluntario para una misión a Marte sin retorno. Supongo que porque lo vi en el telediario. Irte para no volver jamás. Suena jodido, pero ser el primer esqueleto humano en suelo marciano a mi me parece una pasada, será por el gusto que tengo desde niño por la ciencia ficción. Pero como soy un gafe, porque eso si, eso es una realidad, soy muuuuuy gafe, la nave no llegaba al planeta rojo, explotaba en el espacio, y yo con el traje de astronauta puesto, me quedaba a la deriva, a lo Gravity, solo que evidentemente, con mucho más estilo que Sandra Bullock.
Hace mucho que dejé de creer en casualidades. Así que quizá estos sueños sean una señal. Quizá un día esté a punto de saltar desde el borde de un acantilado, vestido de Luis Suárez (que no entiendo porqué me vestiría así, pero bueno, alguna vez me han llamado excéntrico), y entonces alguien me ofrezca un plan mejor, un plan para irme de viaje por galaxias infinitas hacia el sol.
En fin, y estas son las cosas estúpidas que escribo recién levantado. Creo que soy mejor por la noche.
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