viernes, 2 de agosto de 2013

#findelacita

Iba a escribir ayer una entrada sobre el idiota de nuestro presidente, sobre el #findelacita y todo eso. Iba a cagarme en su puta madre por tratarnos como imbéciles. Al final la dejé en borrador, porque creo que me cerrarían el blog y comenzarían a vigilarme como a Pedro J. También pensaba hablar hoy sobre el FMI y esa panda de mal nacidos que quieren que acabemos trabajando gratis, para que ellos puedan hacerse más asquerosamente ricos.

Pero si dijera que todo eso realmente es algo que me quite el sueño mentiría. Me la suda Rajoy, al fin y al cabo si tenemos un presidente gilipollas debe de ser porque en España eso es lo que somos. Y si existe el FMI, la Monarquía y los políticos corruptos supongo que en el fondo es lo que nos merecemos, porque tampoco es que vea que la gente se lanza a la calle a protestar y quemar bancos, por decir algo. Yo veo más preocupada a la gente por bajarse al apartamento de Torrevieja, que por tener un presidente con parálisis cerebral.

Así que como decía, me la suda bastante todo eso. Porque si lo pienso bien, tener un buen presidente tampoco creo que fuese a hacerme más feliz. La felicidad no me la van a dar los políticos. Ni los bancos. 
Hay gente que es feliz con un buen trabajo, con una buena casa, con el apartamento de la playa... con el Audi A4 con tapacubos porque quieres aparentar lo que no eres. Y no digo que yo no sería feliz con un Audi, que oye, si me lo regalan encantado. Es más, hace unos años creo que yo hubiera encajado en ese perfil de persona. Feliz con lo que se supone que debo serlo. Nos educan y adiestran para eso desde pequeños.

Pero ay! ¿Qué pasa cuando tienes eso y te sientes tan vacío como cuando no lo tenías? ¿Qué coño has hecho mal? Te dijeron que con esas cosas serías feliz. La felicidad te la prometen en la tele. La publicidad es capaz de hacer creer que hasta tener pérdidas de orina es algo guay. O que si tienes una almorrana solo tienes que ponerte esa fabulosa crema y se irá el picor y el dolor. Deberíamos probar esa crema con Rajoy. 
Nos prometen muchas cosas. Cosas que luego no se cumplen. Nos educan en el egoísmo, en lugar de educarnos en el amor. Es así de triste. 

Por eso, y aunque no niego que otro accidente de helicóptero de Rajoy me haría feliz, la verdad es que la felicidad está en otras cosas. No necesito ir a un restaurante con estrella Michelín, puedo ser más feliz cenando una pizza en el coche mirando las estrellas. No necesito nada material. Nada de nada. Solo necesito sentirme en casa en todo momento. Solo necesito calma. Necesito encontrar eso. Y eso poca gente sabe lo que es.

(#findelacita)